Hola a todos,
He vuelto
recientemente de unas vacaciones muy agradables en Budapest (Hungría). Las
vacaciones son una ocasión única para reflexionar y fijarse en esos detalles
que nuestras ocupaciones cotidianas no nos dejan ver. Traigo en esta entrada
del blog tres cosas que contar. Espero que sean de interés.
La primera fue algo casual. En una visita a la sinagoga
con jardín y museo de Budapest, en una placa en agradecimiento a las personas
que ayudaron a judíos de la ciudad a salvarse del holocausto, vi que el segundo
nombre de la lista era el de Ángel Sanz Briz. La curiosidad me hizo investigar
quien era esta persona y el motivo por el que figuraba en lugar tan destacado
en la placa. Al parecer el Sr Sanz Briz fue un diplomático español destinado en
Hungría en la época de la segunda guerra mundial. En un principio utilizó una
ley del General Primo de Rivera (de 1924) para otorgar pasaportes españoles a
judíos de origen sefardita, expulsados de España por los Reyes Católicos en
1492. Posteriormente hizo una interpretación “muy generosa” de la ley para dar
papeles a judíos con familiares en España y ya posteriormente proporcionó
pasaportes de forma más indiscriminada. Utilizó sus influencias en la ciudad
para estos fines e incluso alquiló edificios con dinero de la embajada que se
usaban como refugio. Se cree que Don Ángel Sanz salvó la vida de unas 5000
personas y que fue quien informó al régimen de Franco sobre la existencia del
holocausto. Se sabe que sus actuaciones, al borde de la legalidad, eran
conocidas por el gobierno español, que no llegó a autorizarlas oficialmente,
pero tampoco hizo nada para entorpecerlas.
Hollywood se fijó
en la figura de Oskar Schindler para inmortalizar su historia en vez de la de
otras personas como nuestro compatriota. Se cree que Schindler salvó la vida de
unas 1000 personas. Claro, que también podrían haberse fijado en Raoul
Wallenberg, diplomático sueco al que se le atribuye haber salvado la vida de
más de 40000 judíos, también en Hungría. Wallenberg es, por razones obvias, el
primer nombre en la placa que he mencionado anteriormente. Por fortuna la
historia de Sanz Briz si que mereció la atención de Televisión Española que
utilizó el apodo del protagonista para titular su película “El Ángel de
Budapest”.
El segundo tema
del que quiero hablar es el del supuesto éxito de los Juegos Olímpicos de
Londres que acaban de celebrarse. Aquí en Inglaterra, a nivel popular y de
medios de comunicación los Juegos se consideran un éxito rotundo. Es uno de
esos casos de unanimidad que a mi me dan tanto miedo. Por eso me llamó también la
atención leer un artículo crítico al respecto. La autora deja caer el pequeño
detalle de que el presupuesto original de los Juegos se ha como mínimo cuadruplicado
de los originales dos mil millones de libras hasta estimaciones conservadoras
de unos nueve mil. Otro detalle para comparar es que los anteriores Juegos
Olímpicos celebrados en el Reino Unido (1948) costaron unas setecientas
cincuenta mil libras de la época. Ajustando con la inflación, esa cantidad se
corresponde a veintitrés millones de libras de hoy. En fin, se puede argumentar
que hay mas deportes, estándares más altos, etcétera; pero aun así el derroche
de fondos públicos en un país que esta sumido en una crisis de deuda que
estallará algún día es difícil de justificar. Pero como en el caso de los espectáculos
de gladiadores de la época romana, nadie quiere llevar la contraria al
satisfecho pueblo soberano. Pan y circo. En este caso más circo que pan.
Lo cual nos lleva
a la tercera reflexión. En este caso predicción. Muy a tono del mes de
Septiembre que ya nos amenaza. España va a necesitar un rescate a gran escala
en el corto o medio plazo (máximo un par de años). Al mismo tiempo, la predicción
hecha en este blog de que Grecia tendría que abandonar el Euro va tomando
cuerpo. Si estáis todavía de vacaciones, disfrutadlas. Si no, bienvenidos a la
dura realidad. Se avecina un trimestre interesante. Por cierto, cuando digo
rescate me refiero también a enjuagues varios que son un rescate pero se bautizan
con otros nombres más tolerables para la opinión pública.
Gracias por
leerme,
Juan Rodríguez