Este
año se cumplen 50 años de la fundación del Colegio al que asistí como alumno
entre los 11 y los 16 años. Hablo del Colegio Diocesano Pablo VI de La Rua
(Orense). Tuve ocasión recientemente de encontrarme de nuevo con compañeros a
los que no veía desde hacía treinta años. ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo! Aprovechando,
nos acercamos a ver a uno de nuestros profesores que también hacía de
entrenador, guía espiritual (antes se decía cura, ahora dirían que era un ‘coach’)
y como no, de amigo.
Fue un
viaje muy emocionante e intenso que me hizo genuinamente feliz. Mi
agradecimiento a quienes organizaron el evento, a los que me facilitaron la logística
y a todos los que tuvieron la gentileza de decir “que no me notaban muy
cambiado”.
El caso
es que hay varios compañeros a los que los organizadores de los actos del 50 Aniversario
del Colegio les han pedido que escriban y pronuncien unas palabras en el
evento. Me comentan que lo están encontrando difícil y yo les digo que es
porque realmente es difícil. El caso es que sin haber sido del grupo de
afortunados quiero asumir el reto como mío y hacer mi discurso imaginario que
publico sin ánimo de pronunciarlo. Cedo sus palabras, en todo o en parte, al
que quiera leerlas o hacerlas suyas. De forma desinteresada y sin ánimo de dar
lecciones de escribir y muchísimo menos de hablar en público. La verdad es que
es un alivio no tener que hacerlo de verdad.
Gracias
por leerme,
Juan
Rodríguez
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Queridos
compañeros, queridos amigos, queridos profesores y maestros:
¡Cuantas
palabras bonitas y casi no ha empezado mi discurso! Gracias por estar aquí hoy
celebrando el 50 aniversario de nuestro colegio, mi colegio, sin el cual no
sería lo que soy más de treinta años después de dejar sus aulas.
En mi humilde
opinión existen tres tipos posibles de educación. La primera es la educación para
la supervivencia. Esta educación se basa en lo que pasaría si no estudias, en
el miedo a no llegar y en la falta de confianza en el alumno. En ella se
transmiten más contenidos que ideas o técnicas. La segunda consiste en abrir
puertas para el futuro. Aun en este nivel el estudiante es guiado hacia lo que
se estima mejor para su vida y se espera, sin realmente dedicarle mucho tiempo,
que la persona desarrolle capacidades prácticas por sí mismo. La tercera
modalidad es la que enseña al alumno a abrirse sus propias puertas en la vida. En
este grado de madurez educativa el profesor es un compañero de viaje que
fomenta la ilusión y la autoestima. En este nivel se admite la equivocación como
oportunidad para aprender y se entiende que cada persona tiene un camino en la
vida que ha de encontrar ella misma.
Afortunadamente,
creo que la educación que recibimos en el Colegio Pablo VI fue del tercer tipo.
No sé vosotros, pero yo personalmente he desarrollado una gran habilidad para
equivocarme, pero también para reflexionar y levantarme, más fuerte que antes,
para afrontar el reto de mi vida.
Quiero
terminar con una frase muy breve que tomo prestada de la dedicatoria de un
libro: A mis padres, por darme una buena educación, de la que me vino todo lo demás.
Extiendo esta dedicatoria al Colegio y a todos vosotros.
Muchas
gracias.