Friday 11 January 2013

¡Silencio! Se vota.



Estimados lectores,

¡Feliz año nuevo! Racionalmente creo que no será demasiado bueno, pero la costumbre de celebrar este tipo de eventos periódicos nos da la oportunidad de pararnos y pensar, de reflexionar sobre lo evidente una vez más y, ¿por qué no?, desear que todo vaya bien. Al final la felicidad y la riqueza, pudiendo estar relacionados, no son lo mismo.

Sigo constatando una cierta calma tensa en el ambiente y en los medios de comunicación. Los mercados se calman, no se habla ni de Grecia, de España poquito, nadie se acuerda de Irlanda y tendré noticias de Portugal cuando un compañero de trabajo vuelva de unos días de descanso allí, en su país. Me pregunto si todo eso tiene que ver con la inercia de las elecciones en Estados Unidos y la necesaria anestesia informativa, o con el comienzo del apagón informativo que debe preceder a las elecciones de este año en Alemania.

Sea como fuese, la realidad es tozuda. Los problemas no se desvanecen porque no se hable de ellos. Las deudas crónicas, públicas y privadas, no se resuelven creando dinero de la nada, papelitos de valor tendente a cero que envenenan el sistema de precios imprescindible para el funcionamiento de la sociedad. Alfonso Guerra certificó la muerte de Montesquieu en su momento. De seguir siendo el forense de guardia bien podría certificar ahora el fallecimiento, a causa de la crisis, de la independencia de los bancos centrales. Hemos llegado al final del camino. Tras el fracaso de todas las medidas anti crisis sólo queda la manipulación estadística de la inflación y de la deuda; y la emisión masiva de dinero para comprar bonos subprime con la garantía del estado.

Todo esto me lleva a pensar si la democracia está funcionando. En un sistema tan cortoplacista la tentación de comprar votos con el presupuesto es irresistible. Los gobiernos conceden a sus ciudadanos “derechos” que no se puede permitir y crean estados “del bienestar” que requieren unos recursos inasumibles. Y así la bola va rodando, de elección en elección, a sabiendas de que los problemas ya los arreglará el que venga y cruzando los dedos para que una buena racha económica nos ahorre el disgusto de tener que tomar decisiones desagradables.

Mirando los libros de historia vemos que las crisis severas como la que sufrimos se curaban, según la gravedad del caso, con devaluaciones, dictaduras o guerras. Afortunadamente las dos últimas son opciones cada vez menos aceptables y en la eurozona nos hemos cargado la primera. Cosa que tampoco está tan mal porque una devaluación no deja de ser un truco contable de administrador poco responsable que empobrece a sus ciudadanos para salir del agujero. Me imagino a nuestro presidente salivando sólo con imaginarse la posibilidad de pegarle un martillazo del 20% a la peseta.

Considerado todo lo anterior me pregunto si la democracia es ahora mismo el sistema más eficaz de administración. No es que yo postule otro tipo de gobierno. Al final, recurriendo al “patrón” de este blog, la democracia es el peor sistema político si se excluyen todos los demás. Algo parecido a lo que le pasa al capitalismo. Pero resulta cada vez más evidente que el sistema necesita reformas. Que hay que recuperar la división de poderes y hay que poner límites legales a lo que un gobernante puede hacer, con las consiguientes repercusiones penales si se da el caso. Ahora mismo una cadena de gobernantes irresponsables puede dejar deudas a tres generaciones de ciudadanos, si, a nuestros hijos y nietos, y aquí no pasa nada.

En todo caso, consuelo de tontos, el año empieza con una buena noticia. España ya no es el país de la Unión Europea con la mayor tasa de desempleo. No, en efecto, no es que se haya invertido la tendencia y hayamos empezado a crear el empleo destruido. Es más bien que Grecia, en su particular tragedia, ha conseguido superarnos. ¡Intolerable! Ya veréis como alguien en el Ministerio de Trabajo nos lo vende como una buena noticia.



Gracias por leerme.



Juan Rodríguez