Celebra
Don Mariano Rajoy un año en el poder. ¡Enhorabuena! Enhorabuena también a todos
sus amigos y correligionarios que por tal motivo han encontrado colocación,
ahora que lo del desempleo está tan chungo. Entre unas cosas y otras la crisis
se irá curando y para cuando toque irse lo mismo hay trabajo por ahí fuera. Yo
en todo caso recomiendo precaución ya que me temo que las profecías de Soraya
sobre la economía pueden no cumplirse. Si hay algo que encanta en estos tiempos
a los políticos en el poder es un buen “brote verde”, real o imaginario, que echarse a la boca.
Como
Don Mariano no lee este blog y a duras penas sabría decir quien es Churchill,
se ha pasado su primer año en el poder tirando del asa del cubo. O sea, friendo
de impuestos a la sufrida clase media y desparramando dineros a autonomías
irresponsables, bancos y otros grupos de elegidos entre los que destacan, como
no, los sindicatos y los partidos políticos. Recortes, los justos. Y siempre a
lo facilón, que bastante trabajo da llegar a la Presidencia del Gobierno como
para matarse una vez conseguido el objetivo.
No
negaré que el trabajo no es fácil. Desde luego que no envidio la tarea de los
dirigentes en este momento de crisis profunda. Pero la condescendencia y el
argumento de la “herencia recibida” tienen que ir dando paso al análisis y a la
exigencia de responsabilidades. Mi análisis es que el PP y su presidente
tardaron lo justito en tirar por la borda una parte muy sustancial de las
propuestas con las que ganaron las elecciones. Ideas de principio como la
disciplina y la no subida de impuestos que ahora brillan por su ausencia. Con
mayoría absoluta y con la mayoría de autonomías gobernadas por el mismo partido
no hay demasiados argumentos para no poner la casa en orden.
Se ha
dicho que lo que se encontraron del anterior gobierno hizo necesaria la subida
de impuestos. No me lo creo. Lo que había del anterior gobierno era, si no
conocido, de suponer. Por otra parte subir impuestos puede ser muy
contraproducente para los ingresos fiscales, ya que se ahoga a empresas y
particulares, se incentiva el fraude, etc.
En esta
línea, hay que recordar a los políticos de todos los partidos y de todas las
partes del planeta que las actuaciones del Estado tienen consecuencias. Los
impuestos y las subvenciones distorsionan el equilibrio del mercado e
introducen a menudo incentivos perversos. Todo aquello que se grave con
impuestos en principio decrecerá. Todo aquello que se fomente con subvenciones
aumentará, pero lo hará a expensas de otras alternativas de uso de los recursos
existentes.
Algunos
ejemplos. El IVA es un impuesto que paga el consumidor final de un producto o
servicio. Una subida del mismo deprime el consumo. El IRPF es un impuesto sobre
los ingresos de las personas. Aumentarlo penaliza el trabajo y otras fuentes de
ingresos típicas, por ejemplo, alquilar un piso que se tiene en propiedad. Un
aumento de cotizaciones sociales también penaliza el trabajo al imponer un
coste al mismo. Por lo tanto, estas subidas, de aplicación reciente en nuestro
país, disminuirán el consumo y aumentarán el desempleo. Un efecto colateral es
que se incentiva el fraude. Todos estos factores a su vez resultan frecuentemente en menores
ingresos por impuestos.
Pasemos
a las subvenciones. Si es cierto que promocionan aquello que se subvenciona,
cabría pensar que son un método fantástico para promover aquello que nos
interesa como sociedad. El caso es que poca gente se para a pensar que el
subsidio de desempleo, por ejemplo, promociona precisamente eso, el desempleo.
Aquí en el Reino Unido las autoridades locales dan vivienda en condiciones
preferentes a personas desfavorecidas, en particular aquellas que tienen hijos.
Resultado, una tasa elevadísima de embarazos en adolescentes.
Por
otra parte, también hay que considerar que una subvención introduce una
distorsión en la asignación de los limitados recursos disponibles. Es decir, el
dinero fluirá hacia las actividades con “primas” en detrimento de otras
posibilidades de inversión. Un ejemplo claro son las subvenciones a las energías
renovables que han detraído inversión de otras energías mucho más rentables
económicamente. Estas inversiones encarecen el producto final, la electricidad.
Por si esto no fuese poco, el gobierno ha creado una serie de impuestos que
harán la energía todavía más cara. Naturalmente las subvenciones también atraen
su cuota de fraude. Por ejemplo el asombroso descubrimiento de centrales
solares que producían energía… ¡de noche! Naturalmente dicha energía no
procedía del sol, si no de generadores diesel. Eso si, recibían su prima hasta
que se descubrió el pastel.
Otro
ejemplo sangrante son las subvenciones agrícolas a ciertos cultivos. El 40% del
presupuesto de la Unión Europea se gasta en este tipo de cosas. Este caso es
particularmente nocivo porque por un lado no permite a países pobres competir
con algo que podría sacarlos del subdesarrollo y por otro lado introduce un
elemento de economía planificada de tan nefastos resultados allí donde se ha
llevado al extremo.
Concluyo
deseando suerte a nuestro gobierno. No soy optimista. Me consuela la
posibilidad (no despreciable) de equivocarme. Pero me da a mí que un día de
estos Don Mariano va a ir corriendo a ver a de Guindos y a Montoro con el asa
del cubo de la mano. Y en esas circunstancias los ministros se mirarán
sorprendidos. ¿Como es posible? ¿Qué ha fallado? ¡Con lo que había aguantado este cubo!
Gracias
por leerme,
Juan
Rodríguez